Continuamente, desde muy pequeña, he escuchado narraciones de todo tipo y en todo lugar. En el medio familiar he pasado por los cuentos infantiles que mi padre me leía, las historias de rancho descritas por mi abuelo de cómo pelearon su padre y sus tíos en la época de la revolución para recuperar sus tierras, entre otras.
En la escuela, recuerdo a mi maestra de primero de primaria que todos los viernes nos contaba la historia de un niño de nuestra edad, lo que le pasaba en su casa, con sus amigos y en la escuela. Analizando ahora las narraciones, me he dado cuenta que ella utilizaba situaciones de nuestro propio grupo adecuándolas para contarlas como si fuera el mismo niño el que las vivió y narraba a manera de fábula con enseñanza.
Ya en la actualidad, dentro de mi experiencia como docente, me he dado cuenta que el uso de la narrativa, sobre todo en la materia de historia, motiva a los alumnos a interesarse en los contenidos.
Narrar es contar o relatar sucesos, historias y anécdotas en forma ordenada y secuenciada. Al narrar debemos imprimir un toque de entusiasmo, una especie de actuación adecuando tono de voz, volúmen y motivación para atraer la atención de los alumnos.
Los mismos niños pueden realizar este tipo de narraciones a partir de textos leidos y analizados, hacer guiones de teatro, entrevistas que rescaten la historia oral, entre otros.
Considero de suma importancia la utilización de la narrativa dentro de la escuela primaria, básica y en la vida en general como estrategia para la adquisición de conocimentos.
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